No es costumbre en este blog analizar los temas de actualidad, ni deportivos, ni extra deportivos. Pero después de la cantidad de análisis, opiniones, y noticias aparecidas estos días sobre el caso Armstrong, me apetecía dar en voz alta mi humilde opinión. La expongo a continuación, se aceptan todo tipo de críticas.

El caso Armstrong ha venido a asestar el enésimo golpe a este maltrecho deporte que tanto nos apasiona, el ciclismo profesional. Y se trata de un golpe muy duro, no solo por el fondo, se declara culpable de dopaje al corredor con más victorias en la carrera más importante del mundo, y se deja desierta casi una década de resultados, aceptando que todos los contendientes corrían en las mismas condiciones, sino sobre todo por las formas. Las formas que han utilizado los organismos implicados en el proceso, los cuales no han dudado en saltarse, reescribir o directamente borrar sus propias normas, con tal de que al final Lance Armstrong fuera declarado culpable.


¿Controles?

Parece claro no obstante que la culpabilidad de Armstrong es notoria, y durante los años 1998 -  2005 se sometió a prácticas dopantes organizadas por él y su equipo. Aun siendo una mala noticia, por la implicación de nuevo de la lacra del doping con el ciclismo, podemos mirar el lado positivo, se ha pillado a un tramposo, y eso, tanto en el deporte como en la vida, siempre es una buena noticia. Pero ¿es suficiente en este caso quedarnos con el lado bueno, y pensar que con esta sanción ejemplar se le está haciendo algún bien al ciclismo? Sinceramente, no creo que sea tan idílico, y sobre todo, lo que no creo es que sea justo en absoluto. No es justo que la única figura que caiga sea la del corredor, la del tramposo, no es justo que USADA y UCI fallaran continuadamente en su labor de control durante todos estos años, y ahora reescriban sus propias normas para refrendar su autoridad sin asumir ni un ápice de la responsabilidad que sin duda tienen en todo este asunto.

No se trata aquí de poner en duda la profesionalidad de la USADA, encargada de asegurar la lucha contra el dopaje en los EEUU (incluidas sus ligas profesionales, en las que estoy seguro que investiga a fondo) ni tampoco soy quien para poner en duda sus estrategias de extorsión, que tan buenos resultados les han proporcionado en forma de testimonios y pruebas de todos esos ex compañeros de Armstrong a los que les nació la conciencia en el mismo momento en que les llamaron a declarar. No voy ni siquiera a cuestionar la evidente relación entre una futura carrera política de Lance con esta investigación tan ejemplar. Aunque un observador neutral, que nada supiera sobre lo que es una bicicleta, tardaría poco en darse cuenta que algo huele a podrido en todo esto.

Tampoco es mi intención hacerme eco de las acusaciones que ha recibido la UCI de tapar positivos y recibir donativos del propio Lance, habiéndole consentido durante todos esos años mangonear al pelotón internacional, y habiendo seguido su dictado sobre cuáles eran los nombres a seguir, y con quienes debían ser más flexibles al respecto. Pero no deja de ser sorprendente, que en la misma rueda de prensa en la que dan por bueno el informe de la USADA y sancionan de por vida a Lance Armstrong, el infame presidente Pat Macquaid no dude en calificar como “scumbags” (algo así como “canallas”) a los que han sido los máximos artífices de que esta investigación haya llegado a algún sitio, como son Landis y Hamilton. Y no menos sorprendente es el hecho de que, en el mismo comunicado en el que se anuncia y ratifica la sanción, se añadan varios anexos en los que se desmienten varias de las pruebas de más peso del informe USADA.

No debería ser tan difícil exigir que los organismos que deben velar por el bien del ciclismo y el correcto cumplimiento de sus normas, sean los primeros en cumplirlas, y si existe una norma que dice que no se pueden revocar victorias después de 8 años, nadie debería poder saltarse dicha norma. Y si existe una norma que dice que hay que sancionar a un corredor de por vida y quitarle sus victorias cuando se descubre su dopaje, no deberían dejar que dopados confesos continúen lucrándose en este deporte, ni dirigiendo equipos, ni mucho menos dando lecciones de moralidad, como parece que se ha tomado como costumbre ahora. 
Y si no existen normas que regulen esto, o por el contrario se creen con la potestad de poder saltárselas siempre que quieran, deberían tener la vergüenza de dimitir y dejar que gente con verdadero amor por este deporte se haga cargo de él. Pero nunca tendremos un deporte honesto y transparente, si no lo son sus propios dirigentes.

Que caiga la justicia sobre el tramposo, y sobre los falsos jueces y garantes también.