Por segundo año consecutivo cerraba la temporada con la famosa carrera Behobia – San Sebastián, y por segundo año consecutivo puedo decir que la experiencia ha sido todo un éxito. Como ya explicaba en el post previo, llegaba con muy buenas sensaciones, en muy buena compañía y con muchas ganas a la carrera, así que estaba seguro que una vez más el fin de semana sería para enmarcar.

Si el año pasado comentaba que el Karma se dedicó a ponerme todo tipo de obstáculos en el camino, para  terminar regalándome un tiempo excelente durante todo el fin de semana, este año parece que ha seguido la táctica contraria, dejándome entrenarme y prepararme sin contratiempos, para obsequiarme con un tiempo invernal durante el fin de semana. Y es que ha sido este el único punto negativo de lo vivido en Donosti, la lluvia y frías temperaturas que nos acompañaron, tanto el día de antes como el propio día de la carrera.

Recogiendo dorsales, aún secos
No nos íbamos a echar atrás en todo caso por un poco de mal tiempo, sabiendo además que la lluvia y el mal tiempo han sido una de las señas de identidad de esta carrera durante toda su historia, simplemente había que aceptarlo como otro componente más con el que desafiarse y disfrutar de la prueba.

La carrera es una auténtica pasada, cada uno podrá describirlo a su manera y seguro que podemos descubrir 25.000 experiencias diferentes, una por cada corredor inscrito, pero lo cierto es que desde el primer momento que pones el pie en San Sebastián, para ir a recoger el dorsal, o para ir a por el primer Pintxo, te das cuenta de que se trata de una prueba distinta, única, y que después de estar todo un año esperándola, solo tienes un par de días para vivirla.

Calentamiento, embolsados.
No nos toca madrugar mucho, ni realizar ninguna preparación especial, simplemente presentarnos en la zona de salida con tiempo suficiente para calentar y dejarte envolver por el ambiente festivo de la prueba, compartiendo nervios, estiramientos y linimento con el resto de miles de atletas que esperan su turno.
Llegada la hora de salir, los nervios son menos que el año pasado, pero la adrenalina y ganas de disfrutar del recorrido son aún mayores, incluso bañadas en lluvia y viento. Salimos puntuales, los cuatro juntos a un ritmo alegre pero contenido, la multitud de atletas cubren la carretera y es difícil progresar a un ritmo constante. Poco a poco vamos encontrando huecos a medida que subimos progresivamente el ritmo, hoy el reloj GPS si funciona y sin llegar a obsesionarnos, es más fácil llevar un control de la carrera. Llegamos todos juntos a los pies de Gaintxurizketa, la subida más larga del recorrido, se acaba la pequeña tregua que nos había dado la lluvia, y volvemos a mojarnos de cuerpo entero, haciendo honor a la tradición.

La subida es la prueba del algodón, y las fuerzas de cada uno nos van separando, aunque el plan era ir juntos, lo más inteligente es que cada uno escuche a su cuerpo y sean sus propias piernas las que le marquen el camino a la meta. Lo que sigue es rápido, muy rápido, vamos devorando kilómetros a un ritmo inesperado, sin dejar de sorprendernos de como aun en un día nada favorable, las cunetas vuelven a estar llenas de gente animando y apoyando a todos y cada uno de los esforzados corredores.
Acaba la bajada y la zona de toboganes, llegamos al puerto de Pasaia, la única zona llana del recorrido, las piernas me piden subir el ritmo aunque la cabeza consigue controlarlas para no pagar excesos en la subida que le sigue, un gel mal digerido me trae las primeras malas sensaciones y dudas, no queda mucho pero hemos venido muy deprisa, aún no se si seré capaz de finalizar a este ritmo.

Una vez más, al salir del puerto y entrar en la cuidad el gentío se va agolpando en las aceras, familias enteras, aplausos, gritos de ánimos, un grupo de percusión, y llegamos a Arzak, se acabó la subida. Ya no llueve, y la velocidad que alcanzamos en la bajada nos hace pasar casi volando por encima de los charcos en el asfalto. Tal y como me temía, las fuerzas ya son justas, pero con el Boulevard de San Sebastián ya a la vista, no puedo darme el lujo de flojear, aflojo todos los mecanismos de control de velocidad y pulso, y me lanzo a hacer la última serie de 2km de la temporada.

La llegada se hace larga, muy larga, intento no pensar en el dolor de piernas buscando a Aurora entre la multitud, aunque sin suerte. Cruzo el arco de meta, paro el reloj, doy un salto ridículo de alegría, me falla la pierna, casi me caigo, vuelvo a mirar el reloj, ahora entiendo las buenas sensaciones, y también la falta de fuerzas al final, he corrido 17 minutos más rápido que el año anterior, el tiempo no era el objetivo, pero no nos engañemos, verte capaz de mejorar de esta manera es tan inesperado como gratificante.

Jodidos, pero contentos.
Nos juntamos los cuatro de nuevo, compartimos las pequeñas anécdotas de la carrera y al mismo tiempo que la adrenalina va abandonando nuestros cuerpos, nos encaminamos hacia nuestra ropa seca, un baño caliente y la comida reparadora que nos servirá para dedicarnos nuestro merecido homenaje tras cumplir de pleno nuestros objetivos, y comenzar a preparar al mismo tiempo la Bahobia San Sebastián 2013.

Con el mejor apoyo, todo es más fácil.
La temporada no ha podido acabar mejor para mi, ahora toca descansar. El año que viene será distinto y los retos serán otros, pero cada cosa a su tiempo... Sea lo que sea, por aquí quedará escrito.

PD: para no olvidar las costumbres, os dejo otro pequeño video de la salida de este año, ambientazo: