El festival del barro, este podría ser el titulo perfecto para el III Duatlón Cross de Moralzarzal que se celebró el pasado día 16 de marzo y al que acudimos unos 500 participantes en contra de toda lógica y sentido común.  Toda la noche lloviendo, sobre un terreno ya empapado la semana anterior, hacía prever una reedición de lo vivido en las 24Doce 2011, pero algunos somos especialistas en tropezar con la misma piedra.

Como siempre, en los momentos previos y el calentamiento, te vas encontrando con compañeros y amigos que repiten, debutan o buscan incluso la victoria. Cada uno con sus motivaciones y expectativas, aprovechas para ponerte al día, comentar sensaciones y desearos suerte mutuamente, no sin antes pensar que algun tornillo hemos perdido en el proceso.


La salida por suerte fue puntual, y enseguida empezamos a pisotear el barro acumulado en el circuito. Aun con un poquito de aglomeración en la primera parte, me encuentro con buenas piernas y voy buscando posiciones más delanteras. Al llegar a la dehesa ya estamos más enfilados y resulta más cómodo encontrar tu ritmo, por suerte además con menos barro de lo que cabría esperar. Sigo manteniendo un ritmo muy alto para mí, y las piernas parece que aguantan sin problemas. A mitad de recorrido me adelanta Jose, que viene progresando con facilidad, tras intercambiar unas palabras de ánimo y animado por mis buenas sensaciones intento pegarme a él , pero a los pocos metros me doy cuenta de que me va sacando de punto, y levanto un poco el pie, intentando mantenerle en mi campo visual. Con algo más de 20 minutos llegamos a la primera transición, mojados, pero relativamente limpios.

Tras una rápida transición salimos, ahora sí, a la parte absolutamente embarrada del circuito. Como siempre, los primeros metros las piernas están durísimas y apenas responden, lo que sumado a los malabarismos que hay que hacer para navegar por el barro hace que pierda varias posiciones hasta que consigo normalizar sensaciones y pulso. La primera parte del recorrido es bastante plana, así que la única táctica es cargar desarrollo y apretar fuerte los pedales. Enseguida me doy cuenta que ha sido un error salir sin gafas, entre la lluvia y el barro que desprenden las ruedas de los demás corredores es casi imposible ver más allá de tu propia rueda delantera. Aun así consigo mantener un buen ritmo y llegar bien posicionado a la temida subida principal del recorrido. Con menos piedras que el año pasado, y menos gente andando alrededor, se hace más fácil mantener un ritmo constante en la subida, aunque con las piernas empapadas y bastante cargadas este no es tan alto como a uno le gustaría. La subida se hace eterna, pero al final acaba. Nada más empezar a bajar me doy cuenta que el barro y el agua han hecho de las suyas en las pastillas y la bici apenas frena. Aún a pesar de regalar varios segundos, realizo la bajada de forma tranquila y controlada, aprovechando para respirar e ir preparándome para la segunda transición.


Completamente embarrado y con mucha sensación de frio en manos y tronco llego a una caótica segunda transición; con los guantes y las manos heladas no consigo desabrocharme el casco, intento quitarme los guantes con la boca y se me escurren varias veces llenándome aún más la boca de barro; una vez consigo arrancarme los guantes y quitarme el casco, al intentar ponerme las zapatillas, amén de estar a punto de perder el equilibrio en varias ocasiones, noto como ambos gemelos amagan con subirse. Finalmente consigo salir, las piernas ya no están duras como palos, sino que pesan como bloques de plomo. Ahora que nos toca correr por barro, imposible preocuparse por el ritmo o la zancada, todos los sentidos tienen que estar fijados en mantener la verticalidad. Como en cada duatlón, voy perdiendo posiciones, no hay remedio. Llegamos al último kilómetro, ya con asfalto, estabilizado ya ritmo y pulso, veo que las piernas van respondiendo y me animo a hacer un último cambio de ritmo los últimos metros directo hacia el arco de meta, se acabó, 1h15min09seg, Contento.

En la meta, una vez parado el frio y el agua se vuelven a hacer patentes, sin estómago para bebidas isotónicas agradezco el detalle del caldito caliente que nos regala la organización y voy viendo llegar y felicitando al resto de compañeros que consiguen acabar la prueba, aunque suene a tópico, el resultado es lo de menos, el mero hecho de acabar en estas condiciones es un auténtico triunfo, y así nos sentimos todos.


Por mi parte, muy satisfecho tanto con las sensaciones como con el resultado, con una notable mejora en la carrera a pie, y sensación de poder apurar todavía un poco más. La chispa que me falta en bici en directamente proporcional a la escasez de horas que la estoy dedicando, pero de momento es lo que hay, ya llegaran tiempos mejores. De momento la próxima piedra de toque será la Media Maratón de Madrid, dentro de dos semanas, en la que solo espero disfrutar y tener las mismas buenas sensaciones que en este duatlón, aunque a ser posible, con algo menos de agua y barro…

Os mantendré informados.