Está de moda ahora debatir sobre si el casco debe o no ser
obligatorio para circular en bicicleta, un debate falseado desde
algún sector, dado que el casco en bicicleta ya es obligatorio (en
ciclo interurbano, y opcional en ciclo urbano), provocado por la
pretensión de la nueva directora de la DGT de establecer como
obligatorio también el casco cuando se circula por cuidad.
No es mi intención aportar datos, ni estudios ni apoyar o
demonizar una u otra postura, lo que sí que tengo muy claro es que,
prescindir voluntariamente del mayor elemento de seguridad que
podemos utilizar a día de hoy cuando circulamos en bicicleta, es cuando menos una temeridad innecesaria. Y opino así, no porque me
apetezca, o porque esté en contra ni a favor de nadie, sino porque a
mí, el casco me salvo la vida.
Corría el año 1989, no había cumplido aún los 10 y era mi
primer año en la escuela de ciclismo del Club Ciclista Guadarrama, y
aunque normalmente en las carreras solía quedar entre los tres
últimos clasificados (eso cuando lograba acabarla), me encantaba
entrenar los fines de semana con mis compañeros de escuela y jugar
con ellos a ser ciclista.
De normal era patoso, y raro era el día en que no tropezaba o
tenía alguna caída fortuita, así que cuando empecé a montar el
bicicleta la prudencia y el instinto materno empujaron a mi madre a
obligarme a utilizar siempre el casco cuando montara en bicicleta, reíros vosotros de la DGT
comparada con las órdenes de una madre.
En aquella época era muy raro ver ciclistas con casco, chichonera
como mucho, y la variedad donde elegir era aún más escasa, así que
cada vez que quería salir a rodar por la carretera me tenía que
poner el equivalente a una cascara de huevo en la cabeza partida por
la mitad, sin ventilación relevante y con no más de dos almohadillas
para algo de confort.
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Como este era el casco, último modelo. |
Casi al final de esa primera temporada en la escuela, cuando el
entrenador consideró que ya habíamos adquirido destrezas y nociones
suficientes, nos llevó a rodar a la carretera de Collado Mediano,
1km más o menos hasta la puerta del cementerio y vuelta por el carril
contrario, teníamos que ir todo lo deprisa que pudiéramos, y al
llegar a su altura él nos decía si podíamos cruzar sin peligro, o
teníamos que parar porque venía algún coche.
Después de 3 o 4 vueltas, rodando todo lo fuerte que podía
(quizá a 15 o 20km/h) llegue a su altura, y por cosas del destino, no entendí cuál fue su mensaje, asi que más por
inercia que por iniciativa propia, entendí que era seguro seguir y
gire 180 grados a la izquierda para cruzar la carretera. En ese mismo momento circulaba una furgoneta Renault Express que me embistió de
lleno justo cuando invadĺ el carril, y me lanzó varios
metros hacia arriba, cuando deje de ascender, comencé a descender,
aterrizando primero contra el techo de la furgoneta, y después de
cabeza contra el asfalto.
Como podréis deducir por el hecho de que esté aquí escribiendo
esta entrada, las consecuencias no fueron graves, pero el susto y las
dos semanitas que me tuve que pasar en cama no fueron plato de buen
gusto ni para mí, ni sobre todo para los sufridores de mi familia.
Podemos analizar eternamente si fue culpa mía, de mi entrenador,
del tiempo, de las circunstancias o del espíritu santo, pero lo
único cierto aquí es que si aquel día no hubiera llevado puesto el
caso, las consecuencias habrían sido mucho peores, el casco me
salvó, y me lo puse porque me obligaron.
Después de esto, nadie más ha tenido que obligarme, ni tan
siquiera recordarme, que me pusiera el casco cuando fuera a montar el
bici. Y no han sido pocas las ocasiones en las que el casco me ha
salvado de consecuencias mayores en distintas caídas (seguramente
siga siendo un patoso).
Espero que ahora entendáis un poco mejor mi postura, y que
reflexionéis si realmente merece la pena jugar con vuestra vida por
algo tan insignificante como ponerte un casco en la cabeza.
PD: gracias Mamá por obligarme a usar el casco entonces, y por salvarme la
vida tantas veces en estos 34 años.
Creo que no hace falta añadir nada mas, es un debate que cansa. Tu lo has explicado bien, si tienes dos dedos de frentes y, o ademas te has "piñado" como tambien fue mi caso contra un vehiculo que decidio saltarse un ceda el paso... te lo pones como te pones el cinturon al motnarte en el coche.
ResponderEliminarBuenisima entrada
Gracias por el comentario Javier.
EliminarYa lo hemos debatido muchas veces, yo no logro entender que puede impulsar a alguien a estar en contra del uso del casco, y mucho menos con los peregrinos argumentos que muchos utilizan.
Los cedas y los stops los carga el diablo.
Podemos contar miles de casos seguro.
ResponderEliminarA los 14 me compraron mi primera MTB y hasta entonces no habia usado nunca un casco. Andabamos con la bicicross y la motoreta por el barrio. A las tres salidas con los amigos nos apuntamos a una prueba de MTB ya que inauguraban un circuito. Obligatorio casco. Asi que a la tienda a comprar uno. Resultado, en una bajada sali por orejas ostion contra una roca y casco en dos como un melon. No me paso nada. Desde entonces el casco puesto siempre y mis dos pequeños que no les vea sin el ni en el patinete.
Si remueve alguna conciencia nos vale.
mira que eran feos feos feos los cascos de aquella época, pero efectivos! Supongo que también cuenta que nuestra generación debíamos tener la cabeza más dura que la media ;)
EliminarGracias por el comentario Jose, y enhorabuena de nuevo por acabar ese maratón!
joe, tio, vaya historia. Se puede decir que volviste a nacer, que te atropelle un coche y que las consecuencias no sea muy graves es algo que pasa una de cada 1000 veces. Enhorabuena.
ResponderEliminarY totalmente de acuerdo con el post. Yo tengo una historia parecida, pero con un accidente distinto. En una contrarreloj por parejas de una carrera de pueblo, cuando yo tenía 18-19 años y, como dices en tu artículo, la mayoría sólo llevaban chichonera (yo ni eso), hice el afilador a unos 40 km/h, me caí y por suerte frené la caida con el hombro (no me rompí la clavícula, uno es de goma a esa edad) y la cabeza golpeó el asfalto. No quedé inconsciente pero no recuerdo las 2 siguientes horas. Me contaron que hablaba perfectamente, que me llevaron a casa en coche,etc. Qué cosas, ni al hospital ni nada, cómo cambian los tiempos. Al día siguiente me compré un casco y reconozco que desde entonces soy muy poco tolerante con los que no lo llevan.
Gracias por el comentario Grihan, si algún día coincidimos por el carril te cuento la historia entera, que ahora me hace gracia y la cuento sin problemas, pero me consta que mi madre aun llora cuando se acuerda de ella.
EliminarA mi tambien me consta ser tolerante con los del "casco no", que hagan con su vida lo que quieran, pero que traten de intoxicar con chorradas y medias verdades es algo que me supera de verdad.
Casco si o si,no hay mas.
ResponderEliminarAmen Lolo.
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