Ayer tocó dar el callo en la media maratón Rock'n Roll de Dublín, con un día de mucho viento, poco entrenamiento y demás naderias que suelo contar por aquí.

Pero hoy le voy a dar un enfoque distinto, hoy no voy a publicar mi crónica ni mis peripecias ni pensamientos; hoy comparto con vosotros la crónica de uno de los amigos que compartió conmigo la carrera, uno recien llegado al mundo de la actividad fisica y que le ha apetecido compartir de primera mano sus peripecias en mi blog. Por aqui la teneis, espero que os guste: 

De patata de sillón a correr media maratón.


He tenido el honor de ser invitado a describir mi experiencia en la Media Maratón de Dublin “Rock and Roll” en esta Bitácora de la Nada. Gracias, maestro Herranz! Espero estar a la altura.

Y quién soy yo? Pues un chaval también nacido en el 79 como nuestro Víctor. He pasado la mayoría de mi vida siendo un “couch potatoe”, como dicen por las Irlandas – es decir, no siendo activo físicamente, no practicando ningún deporte regular, y acumulando kilitos de más. Pero hace un año y medio mi mujer me apuntó a una de esas carreras de barro, obstáculos y puñetas variadas (te disparaban con rifles de airsoft, pasabas por obstáculos con cables que daban calambre, te sumergías en agua helada, cruzabas arenas movedizas, y demás fuentes de jolgorios y placer, durante 10km) . “Hell and Back”, se llamaba aquel evento – al que por cierto, Víctor se negó a unirse por razones de falta de coraje… lo que viene a ser un caso de acojone profundo. Pero por lo menos vino a aplaudirnos a la línea de meta!

El caso que, para prepararme para aquella carrera-tortura, que representaba algo mucho más duro que cualquier otra cosa que hubiera hecho antes (deportivamente, se entiende), conté con la ayuda de mi buen amigo Héctor –un loco de esos que se ha hecho un Iron Man completo- que me preparó un plan de entrenamiento consistente. Empecé a correr entonces… y aún sigo. Y por cierto… el Hell and Back fue una experiencia maravillosa, en serio.


Pero a lo que vamos. Esta media maratón era mi segunda, tras la de Madrid en Abril en la que acabé medio muerto y con un tiempo de 2h 25min. Para esta carrera esperaba mejorar esa marca en 10 mins, y contaba con la motivación adicional de correrla con (o “en contra de”) varios queridos amigos (Victor, Angel, Talar, Jorge, Jose Antonio “el cuñado”…). No voy a poder contaros mucho de ellos porque no les vi prácticamente nada; cada uno nos metimos en nuestro propio ritmo enseguida, y tiramos millas individualmente (con una emocionante excepción que detallo más adelante).

Así que en las siguientes líneas me centro en lo que viví y sentí yo ese día. Mi crónica es la siguiente:

-Antes de empezar: j**er qué fresquete que hace! Es Agosto pero nada que ver con una mañana soleada en la tierra del jamón y las croquetas, de esas que te quitas la camiseta antes de empezar… aquí en Dublin estamos a unos 12 grados de “real feel”. De todas formas, encontrarse con la gente que conoces y darles abrazos y besos de ánimo ayuda mucho y va subiendo el nivel de excitación y alegría. Aprovecho para echar una meadilla, que mi vejiga ya no es joven y aguanta poco!

-En el corral de salida: el ambiente es bueno, la gente está ilusionada, impaciente, feliz de participar. Vemos corredores disfrazados de bandas de rock y llevando guitarras eléctricas inflables. Vaya ganas de cargar con semejante trasto durante 21km! Merecen una medalla extra. Vamos saliendo por oleadas, así que nosotros (en el corral 12) tuvimos que esperar casi 20 mins a que llegara nuestro turno. Pero allá vamos!


-Kms 0 a 7: los colegas desaparecen en la distancia, ni que les pagaran por esto! Yo me lo tomo con más calma, manteniendo un ritmo cómodo de 10km/h (6 mins/km), incluyendo la correspondiente parada a mear (ya os digo que mi vejiga no está para bromas, la pobre!). Se supone que hay bandas tocando y que vamos pasando por sitios emblemáticos de Dublin. Siendo sincero, no recuerdo nada de todo eso, iba totalmente concentrado en mi pisada, mi ritmo, y en observar a otros corredores (sobre todo, aquellas participantes con licra apretada, ya os imagináis… para que lo vamos a negar).

-Kms 8 y 9: me da el bajoncillo. Ya sabéis de lo que hablo. El cerebro se pone en modo automático-negativo, se te sube el demonio rojo al hombro y empieza a susurrarte en el oído con voz falsamente preocupada “Huy, ese dolor en la rodilla izquierda está yendo a mas, eh? Yo creo que no acabas. Y si te paras un rato? Aaaay, ya sabía yo que no habías entrenado suficiente…” y demás “mierda de toro” (bullshit) que tienes que obligarte a ignorar. Supongo que parte de este bajón se debe a pasar por delante de unos tipos que se habían puesto a hacer una barbacoa delante de su casa, a un metro de la carretera por la que estábamos pasando – obviamente con intenciones maliciosas y desmoralizantes… quién se pone a hacer barbacoas un domingo a las 9:30 de la mañana en un día ventoso y nublado? Deberían inventar un nuevo tipo de crimen punible para esta gente… el olor delicioso fue desmoralizante.


-Kms 10 a 17: algo pasa cuando echo un trago de agua en una de las paradas de avituallamiento. Es casi mágico. Me sube la energía de golpe y me sorprendo a mí mismo incrementando mi velocidad a 5:40 mins/km sin problemas y con ganas de mantenerla. El demonio se esfuma de mi hombro y me siento fuerte, relajado, concentrado, fluyendo durante kms y kms. Llegamos al Phoenix Park y empieza la risa de las cuestas arriba y abajo, con viento fuerte de frente en algunos casos, pero da igual – lo que sea que burbujea en mi interior me hace seguir a un ritmo intenso que nunca había mantenido durante tanto tiempo y con una sonrisa en la cara; acordaos de que soy un expatata. Un momento genial fue encontrarse con Héctor corriendo a mi lado de paisano durante un minuto mientras me hacía un video… reportaje en directo! Una manada completa de ciervos se cruza en nuestro camino, a apenas unos metros de distancia de mí, fantástica visión que aportó un toque fantástico a la carrera. Me paré un momento a regar un árbol con mis orines – hay que contribuir a mantener el bosque sano.

-Kms 18 a 20.5: sigo sintiéndome fuerte y motivado. Sabiendo que ya queda poco, intento incrementar más la velocidad, a unos 5:35/5:30. Empieza a ser difícil respirar. Empiezan a doler las articulaciones y las plantas de los pies protestan por el martilleo constante. Ahora aparece el angelito blanco en mi otro hombro, el que dice “venga que no queda nada, dale fuerte que luego estarás orgulloso, vamos campeón que lo mismo pillas al Víctor y todo” (wishful thinking… I know :D Pero de ilusión también se vive).

-Km 20.5 a línea de llegada: me cruzo con “el cuñado” cuando queda menos de un kilómetro para llegar (mira! Alguien que conozco! Qué ilusión) y nos picamos para ver quién “gana”. Un sprint de esos que te arrancan todo el aire del pecho y te dejan con las piernas temblando. Pero cruzamos la meta a la vez! No fui el último de la carrera! Ja!

-Celebraciones: miro el relojito con ansiedad contenida, y el resultado me deja feliz y perplejo… 2 horas y 2 minutos! 23 mins menos que en la anterior media maratón! Un 15% más rápido! Y no solo eso, sino que me sentía bien – cansado, sí, pero no machacado. Mi rivales (y sin embargo amigos) apenas me sacaron un puñado de minutos de ventaja. Fui a buscar a mi camiseta de recompensa y a encontrarme con el resto de la gente, mientras notaba el creciente orgullo de saber que la patata había florecido.

Una entrada de blog como ésta no da para mucho y me dejo un montón de detalles (como la caminata de 3K de vuelta hasta el Luas), pero en resumen: que estuvo de maravilla. Que me encantó compartirlo con tantos amigos. Y que me marche de allí con una sensación de triunfo difícil de explicar que me ha tenido flotando en una nubecilla de tontería desde entonces.


Eso sí… subir los cuatro pisos de escaleras de curro hoy ha sido una aventura!

Gracias de nuevo Victor por dejarme compartir por aquí lo vivido! En la próxima, llévate una bolsa de canicas para tirarlas en mi camino porque si no te paso seguro :D

Un abrazo a los lectores!

-Aurax aka Pitiflauticus